martes, 11 de marzo de 2008

Chori velero

Mi chorizo de credo.



Nevego en un choripán
(el chorizo de cerdo lo usaba como ancla),
el viento de brújula,
sin ancla, ahora,
siempre en el lugar del mar que es nada,
siempre en nunca,
no hay más tierra a mi alrededor
que la que hay en mis orejas.
Hay un hocico mojado, a veces, también;
yo pienso que es el mío,
pero quién sabe.

Navego sin decir, a esta altura del partido,
que navego.
Bailan las olas a mi choripán, a esta altura del partido,
sin decir que bailan.
Y, sin decirlo, a esta altura del partido, siempre el chimichurri se desgrana
de los ojos de lana
de un piloto y bestia.

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