"El crimen paga"
Desde niño creí que era una frase usada por los criminales para reclutar a los jóvenes para la vida del delito. Recién de muy grande entendí que "tambieeén" se usaba para reclutar a jóvenes para la vida de la moral burguesa, significando que quienes cometen delitos siempre, tarde o temprano, pagan por ellos.
"Ooooh, juremos con gloria morir..."
Como infante entendía: "Ooooh, juremos con Gloria morir...". Listo. (Me preguntaba, claro, "¿Gloria? ¿Qué Gloria?").
Seis y siete
Cuando tenía seis años, me confundía los nombres de ambos números porque empezaban los dos con ese. Cada vez que me preguntaron la edad durante esos dos años, inmediatamente después de contestar de memoria, contaba con los dedos para verificar que no estuviera sanateando.
(Esta historia es dura).
Los vecinos de mi abuela
No recuerdo exactamente desde qué edad, pero sí sé que hasta los dieciséis años, más o menos, sentía que el hijo de los vecinos cuya casa linda con el jardín de mi abuela, me espiaba por arriba de la medianera. Nunca lo pesqué infraganti. Qué bastado rápido, ése...
Techos, gomeras y casas en los árboles
Tuve una etapa de renegado: me trasladaba por los techos de la casa de mi abuela para acortar camino o, sencillamente, me subía para observar todo desde esa otra perspectiva.
También había conseguido que mi abuelo me hiciera una gomera (¡era súper!, como la de Bart, no esas de metal que se vendían en ferreterías). Tras algunos meses de uso y práctica, la perdí. Obviamente, como estaba emocionadísimo con ella, la busqué por todas partes. Pero no aparecía. Años más tarde, mi abuela confesó que la había confiscado en represalia por practicar puntería contra la chimeneíta del calefón. Actualmente, la guardo bajo llaves, aunque ya no la use.
Por esos mismos momentos, quería construir una casa en un árbol para hacer planes secretos y guardar armas (lo que se perdieron las fuerzas revolucionarias del siglo XXI...). En donde mi familia vivía no había pasto, siquiera; en lo de mi abuela, había apenas dos higueras. Una era muy chica. La otra, terminó siendo talada por estar muy cerca de la pileta. Nos quedamos sin higos, además.
(Esta historia es dura).
Los vecinos de mi abuela
No recuerdo exactamente desde qué edad, pero sí sé que hasta los dieciséis años, más o menos, sentía que el hijo de los vecinos cuya casa linda con el jardín de mi abuela, me espiaba por arriba de la medianera. Nunca lo pesqué infraganti. Qué bastado rápido, ése...
Techos, gomeras y casas en los árboles
Tuve una etapa de renegado: me trasladaba por los techos de la casa de mi abuela para acortar camino o, sencillamente, me subía para observar todo desde esa otra perspectiva.
También había conseguido que mi abuelo me hiciera una gomera (¡era súper!, como la de Bart, no esas de metal que se vendían en ferreterías). Tras algunos meses de uso y práctica, la perdí. Obviamente, como estaba emocionadísimo con ella, la busqué por todas partes. Pero no aparecía. Años más tarde, mi abuela confesó que la había confiscado en represalia por practicar puntería contra la chimeneíta del calefón. Actualmente, la guardo bajo llaves, aunque ya no la use.
Por esos mismos momentos, quería construir una casa en un árbol para hacer planes secretos y guardar armas (lo que se perdieron las fuerzas revolucionarias del siglo XXI...). En donde mi familia vivía no había pasto, siquiera; en lo de mi abuela, había apenas dos higueras. Una era muy chica. La otra, terminó siendo talada por estar muy cerca de la pileta. Nos quedamos sin higos, además.
Lorenzo Lamas es "El Rrrrenegado".
2 comentarios:
Te regalo una girafa para:
Tirar la chimeneita a la mierda
Espiar al vecino
Escribirle en el lomo 6/7...
Y asi la llamaremos... Seisiete.
Jajaajajaa!! Gracias!! Qué buena idea, muy útil!! Será muy bien recibida la doña Seisiete. Viva Vera en Londres!!! Besos!
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