jueves, 12 de marzo de 2009

Necesito un blog



Son las once de nuevo. Once y cuarenta y nueve. Tengo calambres de mosquito maestra en las uñas de las cosas. No puedo I can't make sense no puedo hacer que lo que pienso tenga sentido. ¿Será la vejez, la madurez, mi amigo? Me bienvengo a mi propio asilo de miseria. Asilo que me contruyeron desde el comienzo de la historia... malditos propipetarios de los medios de producción.
Yo no sé, pero creo que el Comediante tenía razón: es todo una gran broma. Es una bomba. Hoy me acordé de Kafka a la mañana. Me metí por pasillos con el revoque desprendiéndose para intentar inscribirme para dar clases para ganar un sueldo (miserable pero sueldo al fin y no me quejo porque me enseñaron a no quejarme agachar la cabeza y a seguir trabajando --¡viva la Italia!-- porque los que se quejan son nenas, vagos, a golpes se hacen los hombres me decían mis abuelos, ¿no?) para ver si algún día de algún día puedo ir a vivir solo o con algún amigo para empezar algún tipo de vida para ser para ser feliz o cerca (cualquier micro me deja bien... qué suerte que la felicidad esté tan bien ubicada). Y el delirio ya no es delirio: va teniendo demasiado sentido, y me aburre... ¡Más que eso!: me revuelve el estómago. Pero quemé naves en el puerto de la insanidad, de modo que la cordura no es opción para mí. No. Tampoco me interesa.
Mintamos. Una y otra vez. Alguien nos creerá, seguro.
Ya me voy a ir, porque no sé más cómo decir que no quiero decir nada más, excepto que quiero narrar la totalidad de las grabaciones de mi alma.
El mismo nombre resuena esta noche.




Imagen cortesía de El máster.


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